IMPRESIONES:
El anillo de Uriel es la ópera de prima de Tito del Muro y
su debut en el mundo de la narrativa no podía ser más acertado por los motivos
que más adelante iré desgranando.
En primer lugar, una de las cosas que más suelen llamar mi atención es
el título de algunas novelas. Muchas veces, es la primera razón que me mueve a
leerlas o acercarme a sus sinopsis para hacerme con ellas y el de esta es uno
de esos ejemplos. Hay muchas novelas que tienen alguna referencia a anillos,
alianzas o cualquier otro adorno de este tipo con alguna connotación metafórica
o fantástica. Y en esta novela, también se da esta circunstancia, pues el
anillo al que hace referencia el título es un amuleto que protege a quien lo
porta. Pero no nos engañemos, no estoy hablando de una novela fantástica sino
de un thriller, aunque como historia de ficción que es, también juega con este
tipo de entelequia.
Me ha gustado, particularmente, encontrarme con una trama realista, con
unos personajes creíbles y unos escenarios fácilmente reconocibles. No se trata
ya de que la acción transcurra principalmente en Madrid, sino que cuando se nos
presentan otros lugares, como Moscú o Roma, se tiene la misma sensación, porque
las descripciones tanto de lugares como de circunstancias o situaciones son
soberbias.
Con respecto a los personajes, están muy bien definidos. Si bien, quiero
destacar que el protagonista
indiscutible es el crimen organizado en diferentes escalas. Por un lado,
aparentemente “los malos” son los mafiosos rusos (con la ayuda excepcional de
un bufete inglés relacionado con las más
peligrosas redes del crimen organizado a nivel internacional). Después
hallaremos una serie de personajes principales y otros tantos secundarios, pero
todos ellos tienen algo en común: que la percepción que se tiene de ellos es la
de que son reales. Con respecto a los mafiosos, responden al arquetipo de
aquellos de los que continuamente se nos habla en los informativos de
televisión o en la prensa escrita en la página de sucesos; pero luego están los
que se creía que eran también “malos” y no lo son, porque estos otros tienen
unas motivaciones morales que han traído determinadas consecuencias. Pero más
allá de lo primeras impresiones, lo que subyace es que siempre hay alguien
mucho peor, con una inagotable capacidad para causar el mal, que sabe mover los
hilos del poder y contra esos no hay mucho que hacer.
En cuanto a estilo, se siguen las formas tradicionales: el modo
narrativo en tercera persona, omniscente, con un vocabulario sencillo, fluído y
directo, donde abundan los diálogos y las descripciones casi cinematográficas.
La narración cronológica es lineal, aunque en ocasiones los diálogos nos
remiten a otra época, otro momento de la vida de los personajes que nos ayudan
a conocerlos más. El desarrollo de la acción es rápido, como corresponde al
género. La narración está dividida en capítulos, como suele ser habitual, pero
esto es un acicate más, pues aunque por un lado te permite hacer las pausas
necesarias, por otro te deja con la sensación de querer seguir leyendo más y
más páginas.
El final queda abierto, algo que normalmente no me seduce, a no ser que
la historia me atrape como ha sido el caso. Curiosamente, cuando creía que
quizás la idea del autor era la de dejar este desenlace inconcluso por si en
algún momento decidía retomar la historia con otro volumen, me entero de que
esta novela es la primera de una trilogía y que la segunda parte se publicará
en la próxima primavera. Ni qué decir tiene que la esperaré ansiosa…
CONCLUSIONES:
Esta novela te invita a echar un vistazo a lo más impúdico de nuestra
sociedad, pero también a lo más real, no olvidemos que raro es el día en que no
nos desayunamos con noticias de este calado, protagonizadas por algún tipo de
red criminal que en nada se parecen a la mítica historia que en su día creara
Mario Puzo y con la que llegó a convencernos de que hasta la camorra tenía su propio
código de honor. Y lo más triste no es que exista esta clase de fauna, sino que
hay otros muchos que los defienden: lobos financieros dispuestos a darles
cobertura por una cuestión puramente crematística. Esos son los peores, los que
viajan en jets privados o limusinas y abren bufetes a los que el resto de los
mortales no tenemos acceso.
Por otro
lado, la novela es absolutamente adictiva, ya que desde las primeras páginas,
hasta el final, te mantiene en un sinvivir, esperando que la policía descubra
la trama que a ti ya se te ha ido anticipando gradualmente y no ves el momento
en que esto ocurra. El ritmo, a su vez, es trepidante y se conjugan toda clase
de situaciones descritas con una meticulosidad manifiesta, desde la tragedia
más inhumana a los sentimientos más puros y leales. En definitiva, Del Muro ha
debutado con una novela apasionante que no dejará indiferente a nadie.
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